¿Es posible transformar la energía de la ira en paz?

by | Feb 21, 2024 | Meditación

Desde la perspectiva de la tradición budista tibetana, rotundamente sí. Sugieren cuatro prácticas que permiten abordar la ira de manera consciente y encontrar paz en medio de esa intensidad emocional.

La primera práctica, inspirada en Thich Nhat Hanh, utiliza la respiración como una cuerda para sumergirse en la experiencia de la ira. Al hacerlo, se invita a observar las sensaciones físicas y emocionales asociadas con la ira, permitiendo una conexión consciente con la misma. Sorprendentemente, al explorar esta experiencia de manera plena, se descubre la posibilidad de experimentar la calma en medio de la ira, cambiando la percepción de la ira como una fuerza avasalladora a un movimiento claro y vacío en la mente.

La segunda práctica, conocida como “tomar y enviar”, pertenece a la tradición Mahayana del budismo tibetano. Aquí, se invita a considerar la ira como una experiencia compartida por todos en el mundo. Al inhalar, se imagina absorber la ira de todos a través de la respiración, transformándola en humo negro. Luego, al exhalar, se envía alegría y paz a todos los seres. Esta práctica no busca transformar la ira en paz y alegría, sino más bien romper el hechizo de las reacciones emocionales fuertes y trascender el interés propio.

La tercera práctica proviene de la tradición Vajrayana, donde se conecta con la compasión despierta y se irradia esa energía como luz para disolver el “infierno” proyectado por la ira. Al reconocer la propia ira y experimentarla conscientemente, se utiliza la compasión despierta para transformar la visión conflictiva del mundo asociada con la ira. Esta práctica implica enfrentar el propio enojo y, al mismo tiempo, acceder a un lugar tranquilo interno que simplemente observa.

La cuarta práctica proviene de las tradiciones de la atención directa del budismo tibetano, específicamente del Dzogchen. En esta práctica, la energía de la ira se utiliza para potenciar la atención plena. Al observar directamente la ira, se busca identificar qué la genera, no desde una perspectiva psicológica o científica, sino desde la experiencia interna. A través de la repetición de esta observación intensa, se busca llegar a un estado de claridad y conocimiento, donde la ira se ve como una experiencia sin contenido conceptual.

Estas prácticas no buscan soluciones rápidas ni son meros ejercicios mentales, sino que se presentan como caminos para cambiar fundamentalmente la experiencia de la vida. Los cambios significativos surgen después de seis a ocho meses de práctica consistente, con resultados más notables a lo largo de los años. El objetivo final es desarrollar una compasión que permita ver la destructividad del sufrimiento y comprender que todos los seres, independientemente de su identidad cultural o social, comparten la lucha por mejorar sus vidas. Estas prácticas proponen una forma diferente de experimentar la vida, conectándose directamente con el misterio fundamental del ser.


Este artículo está inspirado en Anger, escrito por Ken McLeod y publicado en Tricycle en el otoño de 2019.